La renovación del clero
Días pasados, José M. Castillo, realizaba, con su habitual acierto, un atinado diagnóstico sobre el ejercicio del Papado en el futuro. A su vez, relacionaba una serie de 'asuntos urgentes y apremiantes, que no admiten espera'. Todos ellos de gran calado. Evidentes, aunque hay quien ha mirado y mira para otro lado, no quiera verlos y pretenda ocultarlos. Difícil empeño. Pero, ahí están las resistencias.
Efectivamente, la Iglesia tiene un muy grave problema en relación con la renovación del clero. Es notorio que los seminarios y noviciados están, en general, casi vacíos o han cerrado. Es cierto que, en muchas Diócesis, ya existen problemas reales para atender los servicios habituales (administración sacramentos/funcionarios de la salvación). Es cierto que no hay transparencia sobre el problema y que se llevan ya muchos años, muchísimos, sin saber cómo se va a reaccionar frente al mismo. Se ha hablado por algunos de 'invierno vocacional' y de viña devastada'. Es más, los fieles más responsabilizados con su papel en la Iglesia aguantan con paciencia su aparcamiento y sufren el desviacionismo del que son víctimas. El problema es evidente. Urge, por tanto, acometer, dentro de lo posible, su solución.