Arden los Teslas, pero tranquilos, no es por Elon Musk… es por el cambio climático
Pobrecitos los Tesla. Están sufriendo más que un político en una rueda de prensa sin preguntas. Al parecer, en varias ciudades de Estados Unidos, los ciudadanos —esa gente tan rara que paga impuestos y a veces piensa por sí misma— han comenzado a mostrar su desaprobación leve hacia Elon Musk… quemando, tiroteando o directamente decorando sus coches eléctricos con mensajes tan artísticos como “resistir” o “devuélveme mi democracia”.

¿Pero qué ha podido provocar este estallido de cariño popular? ¿Quizás su entrañable alianza con el gobierno de Trump y su papel estelar en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, que no es broma)? ¿O tal vez aquel gesto suyo en la investidura presidencial que algunos interpretaron como un saludo no precisamente amistoso? No, hombre, seguro que es todo un malentendido. Si algo caracteriza a Elon es su humildad, discreción y su habilidad innata para unir a la sociedad.
En lugares como Las Vegas, Tesla ha pasado de ser un símbolo de sostenibilidad a un objetivo de tiro al blanco. En Tigard, Oregón, ya no hacen cola para comprar un Model Y, sino para comprobar si todavía queda uno entero. Y en algunos casos, los coches son tratados como yogures a punto de caducar… como el dinero digital que tanto defiende el BCE, pero eso es otra historia.
Las autoridades, conmovidas por tanto arte urbano sobre chapa metálica, han decidido intervenir. La fiscal general Pam Bondi no ha dudado en calificar estos actos como “terrorismo doméstico”. Porque claro, disparar a un coche de lujo es terrorismo, pero imponer sistemas de control financiero masivo o vender tus datos a tecnológicas… eso es desarrollo sostenible.
Tres individuos han sido arrestados por quemar coches y atentar contra concesionarios de Tesla. Una pena, porque lo único que querían era expresar su opinión con fuego, el lenguaje universal de las civilizaciones pre-digitales. Además, ya lo dijo Elon: la libertad de expresión es sagrada… siempre que no afecte al valor de las acciones.
Y mientras tanto, los propietarios de Tesla viven en un dilema existencial: ¿poner un cartel que diga “odio a Musk pero me encantan las baterías”? ¿Vender su coche y comprarse una bici para no parecer simpatizantes del “Ministerio del Amor Eléctrico”? Dura vida la del ciudadano responsable.
Eso sí, desde Redacción Irónica les enviamos un mensaje claro: si usted ve un Tesla en llamas, no se preocupe, no es un acto vandálico. Es arte contemporáneo. Protesta performativa. Acción directa sostenible. Eso sí, no olvide reciclar el humo. Ahhh por cierto mi Tesla que no me lo toquen que estoy contento.